Desde el comienzo de nuestras vidas, todas las niñas recibimos mensajes confusos acerca de la sexualidad. Contradictoriamente se nos dice, de manera más o menos velada, que la ocultemos, la neguemos y la reprimamos, o bien, que la usemos y la vendamos. Cotidianamente, los medios de comunicación hablan del sexo como medio de seducir, conseguir poder y dinero. También para nuestra socialización de género, recibimos repetidos mensajes sociales, culturales, económicos, morales, religiosos, familiares, jurídicos, médicos, etc. acerca de una sexualidad patriarcal. Todo ello, unido a las experiencias individuales, nos lleva a cada una a incorporar una compleja construcción mental de la sexualidad, basada en mandatos e ideas erróneas acerca de las relaciones sexuales.

La consecuencia es, que bajo estas premisas y modelos, se establecen la mayoría de las relaciones sexuales y afectivas entre hombres y mujeres, quedando poco espacio para la comunicación en igualdad e impidiendo expresarnos y desarrollarnos saludable y creativamente a nivel sexual y personal a unos y a otras. Modelos y mandatos dirigidos a las diferentes generaciones de mujeres y que explicamos ampliamente en el artículo “Poder y Sexualidad”.

Según estos mandatos de género, a las mujeres nunca se nos ha permitido tener el mismo grado de deseo y/o necesidad sexual que a los hombres, relegándonos a un papel de objeto y de sumisión. A nosotras se nos cataloga sexualmente en extremos opuestos, según los estereotipos y roles de género. A unas nos califican como putas, ninfómanas, salidas, busconas o calentonas, mientras a otras, se nos considera frías, pasivas, frígidas, estrechas o anorgásmicas. ¿Podemos imaginar estos calificativos aplicados al sexo masculino por sus conductas sexuales? Estas ideas se expresan con gran claridad en nuestros artículos: “Un tranvía llamado deseo” y “Explorando el territorio del deseo y placer”.

Entre los mandatos sexuales que se prescriben a las más jóvenes, hay uno que está produciendo especial confusión y sufrimientos a muchas de las que lo adoptan. Se trata de ser promiscuas para ser modernas y “guay”, tal y como se describe en el clarificador artículo “La promiscuidad obligatoria y el consumo de juguetes sexuales”.

Un tema poco hablado y mal conocido en la sociedad, es el de la sexualidad que viven las mujeres cuando se convierten en madres, por lo que la información que damos sobre este tema en el artículo “Sexualidad y Maternidad: ser mujer-sexual y madre”, puede resultar de gran utilidad para muchas de nosotras.

Evidenciamos y cuestionamos numerosos mitos y prejuicios en torno a temas de nuestra sexualidad que suelen estar muy silenciados y son poco difundidos desde el propio punto de vista como mujeres. Como sucede con la mal llamada masturbación femenina, a la que nosotras preferimos denominar autoerotismo o autoplacer, tal y como lo analizamos en el artículo “El autoplacer”.

En el artículo “Deshaciendo nudos emocionales: Taller afectivo-sexual”, explicamos cómo afrontamos una auto-reeducación afectivo-sexual en los talleres que impartimos desde hace más de dos décadas, en el “Espacio de Salud Entre Nosotras”. En estos grupos cuestionamos los mitos, modelos y mandatos sexuales tradicionales y planteamos la búsqueda de alternativas para que cada una encuentre su propia manera de vivir una sexualidad saludable y creativa, sin corsés ni cortapisas.

Y, en esta revisión crítica de imposiciones y mandatos patriarcales, reflexionamos sobre algunos temas en torno a las relaciones lésbicas, y a la bisexualidad de las mujeres, aspectos que aún generan demasiada polémica y desconocimiento entre mucha parte de la población. En el artículo “Relaciones de amor entre mujeres”, exponemos formas diferentes de entender opciones y vivencias lésbicas. Y en el artículo “Desmontando mitos sobre la Bisexualidad”, hacemos un resumen de la excelente guía “Fresa y Chocolate”, en la que se ofrece amplia información acerca de la bisexualidad de las mujeres.