Cuando las mujeres, además de la desigualdad estructural y la educación de género que les deprime, viven experiencias traumáticas añadidas o graves conflictos vitales, se producen lo que hemos llamado Síndromes de Género.
Estos Síndromes de Género son un conjunto de síntomas provocados por los distintos tipos de violencia contra las mujeres, que pueden producir traumas muy difíciles de superar. En este caso, toda la Depresión de Género se agudiza y aumenta su intensidad, resultando muy difícil salir de ese grave malestar sin la ayuda de psicólogas expertas en cada una de las posibles vivencias.
Son tres las vivencias que generan los traumas en las mujeres que hemos calificado como Síndromes de Género:
- Los abusos sexuales en la infancia o adolescencia.
- Rupturas o separaciones de pareja afectiva traumáticas
- Violencia de género dentro del ámbito de la pareja.
Abusos sexuales en la infancia o adolescencia
Los abusos sexuales en la infancia producen gravísimos efectos en las sobrevivientes de este tipo de violencia contra la infancia, tan silenciada y desconocida. Los abusos sexuales infantiles generalmente ocurren a lo largo de mucho tiempo y se producen en todas las clases sociales y en muchas niñas y niños, entre un 20 y un 30% de niñas y en un 10% de niños. Este gran incremento, en el caso de las niñas, junto con que el abusador es un hombre en el 99% de los casos, hace que en Mujeres para la Salud lo consideremos otra forma más de violencia de género.
Además el hecho de que quien los lleva a cabo son personas muy cercanas a esas criaturas, generalmente padres, tíos, abuelos, novios de la madre…, implica que los daños sean mucho mayores. En muchos casos, quienes han pasado por esta terrible vivencia la olvidan como un mecanismo de supervivencia y sólo la vuelven a recordar en circunstancias muy específicas, lo que no significa que los daños no estén ahí. En la mayoría de los casos se expresan de maneras muy dispares y la persona no las reconocen como secuelas de la experiencia de abusos.
Los síntomas que experimentan las víctimas de abusos sexuales infantiles coinciden, en el 70% de los casos, con la sintomatología propia de un estrés postraumático. Cuando las sobrevivientes de incesto se hacen adultas, desarrollan una serie de desórdenes psicológicos derivados de la experiencia traumática vivida que es lo que denominamos Síndrome de Género de Víctimas de ASI.
Se trata de un conjunto de síntomas muy complejo que es necesario conocer para comprender el significado y el sentido de sus conductas y sus reacciones y que están relacionados con alteraciones en la regulación del afecto, de la consciencia, en la autopercepción, en la percepción de su agresor y su relación con él, en las relaciones con otras personas y en el sentido de permanencia. Otras conductas están relacionadas con los llamados mecanismos de supervivencia y que, si bien en un principio fueron creadas y mantenidas como formas válidas de reducir o limitar el daño que les ocasionaba vivir la experiencia traumática, en la actualidad pueden ser desadaptativas y producir graves sufrimientos.
Rupturas o separaciones de pareja traumáticas
Cuando una mujer toma la decisión de separarse o divorciarse, no sólo debe enfrentarse al rechazo y la crítica social, sino que, ante todo, a su propia educación de género. Las mujeres han sido educadas para ejercer el rol de sumisión y depender, como mínimo, emocionalmente de su pareja y entregarse en cuerpo y alma al proyecto de crear una familia que alimente su autoestima. Una ruptura puede crear un gran sentimiento de culpabilidad por no haber cumplido con su “misión” y conlleva enfrentarse a la idea de que ella tiene la responsabilidad hacia sí misma, de ser autónoma a todos los niveles, cuando no ha sido preparada para vivir una realidad de autonomía que se desdibuja como inalcanzable.
Una separación de pareja puede ser traumática para las mujeres, hayan tomado o no la decisión de la ruptura. Los problemas más comunes que suele tener una mujer se centran en la pérdida de la autoestima, un fuerte sentimiento de fracaso personal por la ruptura, falta de autonomía especialmente en lo relacionado con las funciones que antes desarrollaba su pareja y una dependencia emocional generalizada que la hace especialmente vulnerable a vivir la soledad de una manera negativa. También suele tener dificultades en la educación de sus hijas/os, muchas de ellas derivadas de ese sentimiento de culpabilidad, o porque la expareja sigue ejerciendo un control toxico sobre ella a través de las/os hijas/os.
Violencia de género dentro del ámbito de la pareja
Cuando hablamos de la violencia de género dentro de la pareja no hablamos solo de violencia o maltrato físico. Muchas mujeres viven una situación de violencia constante, que muchas veces, debido al desconocimiento, no se asocia con violencia, pero que en realidad es necesaria para que llegue a producirse la violencia física, es la antesala. Nos referimos al maltrato psicológico, a comportamientos que van desde no tener en cuenta las opiniones de ella en temas familiares, controlar el dinero, culparla por todo lo negativo que ocurre dentro del ámbito familiar, hacerla dudar de sus capacidades, hasta descalificaciones, insultos, faltas de respeto, humillaciones, e incluso amenazas de violencia física.
Una mujer que ha sido sometida, día a día, a este tipo de comportamientos tiene desconfianza en sí misma, baja autoestima, sentimientos de desvalimiento, confusión, culpas, dudas…
Su recuperación es larga y difícil porque además de reestablecerse de las secuelas que produce la propia violencia (ansiedad, depresión, indefensión…) también requiere que realice cambios estructurales en su personalidad, en la forma de verse a sí misma y sus posibilidades y en la manera de entender las relaciones con los/as otros/as.
Pero al fin de este camino abandonará la mujer que fue y renacerá siendo otra, muy diferente, una mujer con una nueva forma de pensar y de respetarse que cree en sí misma y en un futuro esperanzador.
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