Voy a exponer lo que pienso ahora sobre la depresión que he pasado pero no superado porque todavía hay cosas que me duelen mucho y en el momento que me las tocan, aún me dejan un poco aturdida. Pero, gracias al taller y lo bien que lo lleva Ana, tengo fuerzas para no
tambalearme y aguantar el chaparrón.

Cuando me enteré que existía Entre Nosotras, un impulso me hizo llamaros por teléfono, más bien por curiosidad y con miedo. Me dio tan en el clavo lo que me hablaron de vosotras que pensé que no podía ser tan bueno, que algún truco tenía que haber. Me contestásteis y puse excusas por temor a que fueseis alguna secta o algo parecido, pero otro día que me volví a sentir mal, os volví a llamar y pedí cita. No le dije a nadie, ni a mi marido, adonde fui ese día.

Vi vuestra casa (que lo primero que me hará recordarla es ese rico olor a café). El cariño con que me recibisteis, la confianza que me transmitió Ana Pi. Temblaba como un pajarito, me
sentía confusa y asustada, muy perdida. Recuerdo que lo último que me preguntó fue qué planes tenía para el futuro, lo que ahora estamos llamando aquí “Proyecto Personal de Vida”. Me di
cuenta de que no tenía ninguno en absoluto. Ahora sé, que así no se puede vivir, porque pierdes la ilusión por todo incluso por lo que más quieres.

Gracias a que me llamásteis pronto para empezar y me pillásteis con el ánimo caliente, se lo expuse a mi marido y me animó mucho más. No tiene mucha idea de lo que hacemos aquí y ni de lo que hablamos, pero está viéndome renacer incluso con más fuerza y más segura de mi misma y se siente contento.

Cada vez las semanas se hacen más cortas esperando al martes.

Recuerdo las caras de mis compañeras al principio. Todas agotadas, tristes y con miradas apagadas, pero con un poco de expectativa. Ahora, aunque seguimos teniendo los mismos problemas, esas caras son más relajadas, frescas y miradas más alegres. Reflejo de nuestras fuerzas renovadas. Lo siento por las que han abandonado, esperaremos su vuelta.

He aprendido muchas cosas, sobretodo, el origen de nuestra educación, que aunque nuestra generación se la dé de moderna, ¡madre mía lo que todavía arrastramos!

He aprendido que la independencia de la mujer no consiste sólo en trabajar para ser autosuficiente económicamente y hacer lo que a una le dé la real gana. No. Consiste en ser libre para pensar y decidir sobre su vida, sin influencia de nadie. Sentirse segura. Aprender a no ser sometida por un hombre, unas hijas, unos padres o amistades. Aprender a decir NO y poner a cada uno en su sitio. Aprender a reclamar nuestros derechos sin gritar, ASERTIVAMENTE.

Hacerles ver que somos de carne y hueso con seso, sexo y corazón y que no somos muñecas de trapo que todos vapulean, manejan, pisotean y patean.

Exponerles sus responsabilidades, deberes y, no muchos derechos, que esos ya se los toman por su cuenta.