Por Soledad Muruaga, presidenta y cofundadora de Mujeres para la Salud

 

Las aguas están revueltas en el patriarcado español y sus máximos representantes(la Real Academia, el Consejo General del Poder Judicial, la jerarquía de la Iglesia Católica, representantes de la política, y algunos conocidos escritores y poderosos medios de comunicación) unen sus voces misóginas para impedir que las mujeres avancen en el camino de una igualdad real.

Todos ellos, ilustrísimos representantes de estas insignes instituciones, permanecen mudos e invisibles ante numerosas injusticias y agresiones diarias, incluidas las más de 70 salvajes muertes de mujeres, que año tras año se producen en nuestro país, por manos masculinas. Pero, justo ahora, cuando se promueve por primera vez una propuesta de ley, adecuada para erradicar este tipo de violencia de género, les entra a todos estos “compasivos señores”, un repentino “compromiso social y profesional”, por lo que se ven obligados a escribir o a manifiestarse behementemente en defensa de estrictas definiciones, rigurosas formas legales, constitucionales, morales y de inclusión de múltiples colectivos que acaban de descubrir desvalidos y discriminados.

¿Qué está ocurriendo para que se pongan en marcha todos los potentes mecanismos del poderío patriarcal? ¿De qué se asustan?

Como se evidencia, cada grupo de poder mencionado se revuelve contra este proyecto de ley a su manera, pero todos con el mismo objetivo: continuar invisibilizando la violencia de género y mantener la dominación masculina frente a la femenina.

1º La Real Academia Española, se ha negado a introducir en su diccionario la palabra “género” en el sentido de conjunto de diferencias entre ambos sexos; a pesar de ser un término documentado hasta la saciedad. Recientemente emitió un informe sobre la expresión “violencia de género”, proponiendo sustituirla por “violencia doméstica” o “violencia familiar”, con lo que nuevamente, a través del lenguaje, se enmascara la verdadera naturaleza del problema, invisibilizando, una vez más, que el 90% de las víctimas son las mujeres y que más del 90 % de los agresores son los hombres.

Esta forma de manejar el lenguaje en el diccionario de la Real Academia Española no es nueva, así encontramos definiciones de palabras como agresión sexual, abusos sexuales y malos tratos en las que no se subraya que las víctimas habituales son mujeres y que las agresiones las cometen manos masculinas. Incluso, en el único ejemplo que ponen sobre malos tratos, “es un hombre el que es agredido por su mujer”. ¿Casualidad?.¿ Por qué no se deja evidencia en el diccionario de lo que en realidad sucede?.

2º Los representantes del Consejo General del Poder Judicial , se revuelven, escandalizándose de la desigualdad penal que se propone para esta violencia específica de género. Estos doctos señores, defensores de “igualdades” y de la Constitución, aceptan con toda normalidad constitucional que el Código Penal acoja leyes excepcionales y desiguales, que, según ellos, son ” necesarias “ cuando se trata de erradicar el terrorismo eterra o islámico; sin embargo, en este otro tipo de terrorismo de género dicen que no se puede aplicar las mismas medidas legales, porque ello sería anticonstitucional y a los pobres juristas ” se les ponen los pelos de punta” ante esta “ilegalidad”. Tampoco les sirven para tranquilizarse las palabras de un experto padre de la Constitución, como es Gregorio Peces-Barba, cuando afirma tajantemente que el trato desigual que supone una Ley de Violencia de Género no es anticonstitucional, sino que por el contrario tiene un apoyo explícito en el artículo 9-2 de la Constitución Española. que establece que “…corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integran sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política; económica, cultural y social…

3º La jerarquía de la Iglesia Católica también se revuelve y alza su voz invocando, en nombre de la moral y de la ética, a los católicos/as y no católicos/as las obligaciones que todos/as tenemos de adaptarnos a los roles y estereotipos establecidos (las mujeres al cuidado de los hijos e hijas y del hogar, mientras los varones trabajan en el exterior). Critican a las feministas radicales por querer la igualdad para hombres y mujeres en la práctica cotidiana. Quizás muchos de ellos lamentan no contar con una Santa Inquisición para hacer entrar en razón a las nuevas “brujas” feministas. ¿Por qué será que estos máximos representantes de la Iglesia se callan ante las muertes y sufrimientos de tantas mujeres y, sin embargo, no dejan de lanzar acusaciones y condenas contra cualquier forma de liberación de éstas (la anticoncepción, la sexualidad, el aborto, el divorcio, la prohibición del sacerdocio a las mujeres, y ahora, por supuesto, su oposición a la ley de violencia de género….¿ Nos preguntamos por qué no se desenmascara en nuestra sociedad la inconstitucionalidad en el funcionamiento de esta discriminatoria y misógina institución, tan injusta para la mayoría de la población, con miles de privilegios y sustentada, desde hace siglos, en todo tipo de desigualdades de poder, muy especialmente en la subordinación de las mujeres?

También están revueltas las voces de la mayoría de los políticos y políticas de la derecha, pero lo que se entiende peor es, la revuelta de algunos políticos de la izquierda . Es fácil entender que la derecha defienda sus intereses basados en las desigualdades de clase ¿ y qué mejor institución que la familia tradicional para mantenerlas? .Por eso es normal que no les interese que se apruebe una ley integral contra la violencia de género. ¿Cómo van a querer potenciar que se eduque en igualdad real a niñas y niños, sin adiestrarles en los roles ni estereotipos del “hombre-hombre” y de la “mujer-mujer”?. Para ellos, esto sería poner en peligro su orden social establecido. ¿ Pero, qué les ocurre a políticos como Joaquín Leguina (El País, 4 de septiembre de 2004), un hombre con ideas progresistas en muchos ámbitos sociales, pero que su recelo y su misoginia no les deja ver las injusticias de género y les lleva, incluso, a manifestarse públicamente en contra de una ley elaborada por su propio partido? ¡Todo un contraste con la apertura y sensibilidad mostrada por el presidente José Luís Rodríguez Zapatero¡

Finalmente nos sorprenden algunos columnistas, escritores y escritoras, que sin ser conservadores, ni de derechas, se lían y, lo que es peor, lían a los demás escribiendo a partir de concepciones machistas y poco documentadas y de prejuicios personales acerca del género (como relaciones de poder entre ambos sexos), desconocedores de las numerosas investigaciones existentes en la actualidad sobre este tema, pero que opinan, critican y “enseñan” con todo desparpajo.

En este sentido,otro columnista que se considera progresista (Vicente Verdú), se dedica a criticar a los hombres que se distinguen por su apoyo a la causa de la igualdad de los géneros, llamándolos de forma despectiva “ los feministas”, despreciando su sensibilidad y presentándolos como tontos, débiles e inseguros. ¿Nos imaginamos lo que pensaríamos de un escritor que emitiera estas mismas descalificaciones de los hombres blancos que se han distinguido por defender la abolición de la esclavitud y los derechos de los negros?

Y qué decir de las contradicciones de otra conocida escritora (Rosa Montero), mujer que se dice feminista y que, sin embargo, se dedica a expresar en su columna periodística su oposición a una Ley específica para evitar la violencia específica contra las mujeres, criticando que ésta Ley no se generalice a otros colectivos, como a los niños ¿desconoce que ya existe la Ley del menor que los protege? En todo caso, estaríamos de acuerdo con ella, si lo que defendiera es que los/as menores tengan derecho a la pérdida de la patria potestad de los padres maltratadores, así como, a recibir una prestación económica de ellos, teniendo como garante al Estado, que les asegure cada mes una pensión digna para su mantenimiento. También, esta escritora defiende, que se incluya en dicha Ley a los ancianos y a los hombres (aunque ya exista un código penal que les protege). Se le olvida que las que mueren cada día son las mujeres a manos de los varones y ¿desconoce que las pocas mujeres que agreden a sus parejas, lo hacen en defensa propia o por acumulación de los efectos de los malos tratos perpetrados por ellos durante muchos años?. Alguien que tenga la suficiente información sobre la violencia de género, sabe que no es el mismo tipo de violencia cuando la ejerce el hombre sobre una mujer ( en el 90% de los casos), donde lo que está detrás es el poder.

En cambio, hay ya suficiente evidencia de que, cuando la violencia la ejerce la mujer sobre un hombre (en el 10% de los casos), lo que generalmente hay detrás, es la propia defensa y la reacción desesperada de una víctima, que se revela contra el permanente suplicio en el que vive. Por cierto, ¿ sabe también esta escritora, que en estos casos de violencia doméstica, la justicia es mucho más rigurosa e impone penas mayores a las mujeres? ( Investigación de la Asociación de Mujeres Progresistas, 2003)

Sin embargo, y a pesar de todo el revuelo que está montando el entorno del patriarcado para impedir la aprobación de la Ley de Violencia de Género, somos muchas las personas (hombres y mujeres sensibles ante esta lacra social) las que estamos apoyando su existencia, tratando de mejorar en todo lo posible este instrumento legal que tantos sufrimientos y muertes de mujeres podrá evitar en el futuro.

 

Por Soledad Muruaga, presidenta y cofundadora de Mujeres para la Salud