Desde la creación del Espacio de Salud Entre Nosotras, en 1990, el trabajo con las mujeres que fueron víctimas de incesto y/o abusos sexuales en su infancia (ASI) ha sido uno de los ámbitos centrales de intervención psicológica que más implicación, esfuerzo, dificultad y, sobre todo, que más motivación ha producido a las profesionales del Espacio de Salud Entre Nosotras.

A lo largo de estos años hemos ido profundizando en esta problemática y en los graves efectos que los Abusos Sexuales Infantiles producen en las víctimas de este tipo de violencia de género, tan silenciada y desconocida para la mayoría de la ciudadanía y, al mismo tiempo, se ha ido desarrollando, en todo nuestro equipo, una gran solidaridad de género y una gran admiración por estas “sobrevivientes”.

En este proceso de mutuo aprendizaje, han sido ellas, a través de su gran sufrimiento y valentía, las que nos han enseñado a ser personas más fuertes y a tener una mayor conciencia política para luchar por denunciar y erradicar esta terrible forma de violencia: primero para dignificarlas a ellas y, segundo, para proteger a las futuras víctimas de una de las agresiones más traumáticas que puede sufrir una persona.

Una gran parte de la población mantiene una serie de mitos o ideas equivocadas sobre el incesto, como que “las niñas y los niños mienten sobre el incesto», que «el incesto es poco frecuente», que «sólo ocurre entre gente pobre o en familias desestructuradas o enfermos mentales»… En realidad, estos mitos sobre el incesto sirven para oscurecer el conocimiento y no dejar ver la gravedad y la magnitud del problema, manteniendo los abusos dentro del secretismo, impidiendo que se visibilicen. Mitos que, también, contribuyen a desproteger a las víctimas y a que sean ellas las que se consideren culpables, mientras los agresores se mantienen en la impunidad, sin asumir sus responsabilidades y sin que lo consideren un delito.

Imagen de la I jornada sobre abusos sexuales a las niñas que organizamos en la Asociación Mujeres para la Salud

Sólo, de vez en cuando, salen a la luz algunos casos pero el problema está mucho más extendido de lo que pueda parecer. Únicamente vemos la punta del iceberg, el resto permanece debajo de las alfombras.

Otra forma mucho más actual de esconder o negar este problema es la promovida por parte de ciertas organizaciones de profesionales de la Psicología y la Psiquiatría, que rechazan la veracidad de los recuerdos de incesto que se hacen conscientes en la edad adulta, argumentando que dichos recuerdos no se pueden considerar como testimonios verdaderos. Lo que constituye una moderna forma de re-victimizar a las víctimas y seguir dejando impunes a los agresores. Afortunadamente hay voces y profesionales que estamos demostrando el valor y la veracidad de este tipo de recuerdos.

Para comprender el gran daño que produce en una mujer el haber vivido una experiencia de incesto y/o abuso sexual en su infancia, nos parece adecuada la definición que da del abuso sexual infantil Gioconda Batres:

El abuso sexual infantil es toda agresión de índole sexual, indirecta o directa entre una niña/o y un adulto que mantenga con la niña o niño lazos caracterizados por la amistad, confianza, afecto o autoridad

 

En el incesto y los abusos sexuales infantiles:

  • Hablamos de víctimas y agresores, porque ambos términos determinan con claridad en quien reside la responsabilidad de la agresión frente a la vulnerabilidad e impotencia en la que las niñas se encuentran ante los adultos que las utilizan sexualmente. Y hablamos de sobrevivientes cuando nos referimos a las mujeres adultas que han conseguido sobrevivir a esta terrible experiencia.
  • Los agresores pueden ser familiares directos, o profesionales, amigos de la familia, personas relacionadas con la educación y orientación de las niñas y con sus cuidados físicos y afectivos, y que por su rango representan para la niña una autoridad.
  • La mayoría de las víctimas presentan un conjunto de secuelas comunes, con independencia del lazo consanguíneo con sus agresores. El daño tiene más relación con la traición, el terror, el estigma y la sexualización traumatizada a que fueron expuestas. Por eso, los peores efectos se producen cuando el padre es el abusador, porque en este caso la niña, además de sufrir los abusos, pierde la confianza en el ser que, supuestamente, más debería protegerla.
  • Más que el contacto físico o la penetración, son el secreto y la traición y el daño psicológico, los elementos fundamentales del daño. La destrucción causada va más allá del daño físico o de si se efectúa una penetración.
  • Se encuentran secuelas más graves en sobrevivientes que han sido objeto de abuso por múltiples agresores y cuyos abusos sexuales se han acompañado de conductas sádicas, ritualistas o prolongadas.

Los Abusos Sexuales Infantiles generalmente ocurren a lo lago de mucho tiempo, meses o incluso años. Se producen en todas las clases sociales y en muchas niñas y niños, entre un 20 y un 30% de niñas y en un 10% de niños. Los ASI quedan grabados profundamente en el interior de estas niñas y niños, pero, paradójicamente, en muchos casos los “olvidan”, como un mecanismo de supervivencia y sólo lo vuelven a recordar en circunstancias muy específicas, como a veces ocurre durante las sesiones terapéuticas.

 

Los síntomas de los abusos sexuales a la infancia

Los síntomas que experimentan las víctimas de ASI coinciden, en el 70% de los casos, con la sintomatología propia de un estrés postraumático.

Durante el tiempo en el que las niñas están sufriendo los abusos manifiestan diversos miedos, problemas para dormir, pesadillas y confusión y, sobre todo, fuertes sentimientos de culpa, de vergüenza y de ira, e incapacidad para dominar estas emociones. Son niñas que se sienten indefensas ante el mundo masculino, llegando a confundir el sexo con el afecto, los cuidados, el poder y el cariño.

Durante la pubertad, la mayoría de las abusadas suelen padecer secuelas similares, entre las que destacan: fuertes dolores de estómago, dolores de cabeza, trastornos del sueño y de la alimentación, problemas de concentración, problemas menstruales, rechazo al propio cuerpo, baja autoestima, depresión, ansiedad, fobias, comportamientos autoagresivos y autodestructivos, llegando incluso a mutilarse con cortaduras, quemaduras y golpes.

Cartel de la I jornada sobre abusos sexuales a las niñas que organizamos en la Asociación Mujeres para la Salud

Y cuando se hacen adultas, las sobrevivientes de incesto desarrollan una serie de desórdenes psicológicos derivados de la experiencia traumática vivida. Es lo que denominamos Síndrome de Género de Víctimas de ASI. Un conjunto de síntomas muy complejo que es necesario conocer para comprender el sentido y el significado de sus conductas y de sus reacciones.

Las alteraciones psíquicas que caracterizan este Síndrome de las sobrevivientes de incesto están relacionadas con las siguientes áreas:

  • Alteraciones en la regulación del afecto: experimentan estados de ánimo cambiantes o disforia permanente, preocupaciones suicidas crónicas, autolesiones, ira explosiva o inhibida, sexualidad compulsiva o extremadamente inhibida.
  • Alteraciones de la consciencia: sufren amnesia o hipernesia para los hechos traumáticos, episodios disociativos transitorios, despersonalización, irrealización, experiencias revividas, intrusivas o en forma de preocupaciones constantes.
  • Alteraciones en la autopercepción: tienen fuertes sentimiento de invalidez, vergüenza, culpa o reproches, sentimientos de deshonra o estigmatización, sentimiento de ser completamente diferente a las otras personas. Pueden sentirse especiales, con identidad no humana, o en total soledad, o creer que nadie puede entender lo que le sucede.
  • Alteraciones en la percepción de su agresor y en su relación con él: desde sentimientos de venganza y atribuciones no realistas del poder del agresor, hasta quitar importancia a la experiencia de abusos, idealización o gratitud paradójica, sentido de relación especial o sobrenatural, aceptación del sistema de valores o de racionalizaciones del agresor.
  • Alteraciones en las relaciones con los/as otros/as: muchas abusadas necesitan aislamiento y retiro, interrupción de relaciones íntimas, búsqueda repetitiva de un liberador/salvador, falta de confianza permanente en los demás, fracasos repetitivos en la auto protección.
  • Alteraciones en el sentido de permanencia: es muy frecuente experimentar pérdida de fe, sentido de desesperanza y desesperación.

También es importante clarificar algunas conductas típicas de las víctimas de ASI, denominadas “Mecanismos de Supervivencia”: son conductas que, aunque en la actualidad sean desadaptativas y les produzcan grandes sufrimientos, en su origen fueron creadas y mantenidas como forma válidas de reducir o limitar el daño que les ocasionaba vivir la experiencia traumática del abuso o incesto.

Existe una relación directa entre las áreas alteradas de la personalidad de la mujer y estos mecanismos de superviviencia: racionalizar, negar, restar importancia, olvidar, abandonar el cuerpo, vivir en el caos, vivir en el despiste y la ausencia, vivir en alerta constante, en ocupación constante, diversidad de comportamientos adictivos…

En esencia, son patrones o esquemas con base cognitiva, emocional y conductual, que la mujer utiliza y que, aunque la producen consecuencias muy negativas a medio plazo, para ella son más soportables, porque le ayudan a mantener a raya (a corto plazo) otras variables más perjudiciales para ella, como son la ansiedad, el miedo, la rabia, o la culpa, que les podría suponer enfrentarse al horror vivido. Sobre todo porque muchas de las interpretaciones que tienen de aquella experiencia están basadas en falsas creencias que han adquirido a lo largo de toda su historia personal:

  • Del agresor que, para auto-exculparse a sí mismo, enseña a la niña a auto-culparse.
  • Por la falta de respuesta de otras figuras vinculares.
  • Por los argumentos en contra de la mujer que desde niñas oyen sobre las mujeres y sus responsabilidades.
  • Por la propia violencia de género que fomenta el patriarcado, etc.

El objetivo de nuestra terapia de ASI e Incesto, es que cada una de las víctimas adquiera elementos para comprender su proceso y poder “sanar sus heridas”. Algunas lo harán desenmascarando al agresor, enfrentándolo, rompiendo el silencio y denunciando el delito; otras prefieren comunicarlo a los miembros de la familia, lo que en muchas ocasiones, destapa otros abusos familiares. Existen diferentes alternativas de sanación y cada una debe decidir cuál es la mejor para su momento actual, sus circunstancias y posibilidades.

Para ello trabajamos las siguientes áreas:

  1. Aprender a verbalizar la experiencia abusiva. Atreverse a nombrarlo y a ponerle palabras a lo vivido.
  2. Conocer y definir el origen y las causas de los Abusos Sexuales Infantiles y del Incesto como expresiones de poder, violencia y explotación contra las mujeres.
  3. Tomar conciencia de que la experiencia abusiva es común a muchas mujeres, por el hecho de serlo y que ella no es un “bicho raro” o una excepción por haberlo sufrido.
  4. Situar la responsabilidad en el agresor y en el sistema patriarcal que lo sustenta y genera la Violencia de Género.
  5. Encarar la experiencia traumática vivida, desculpabilizándose como víctima indefensa.
  6. Aprender a reconocer sus Mecanismos de Supervivencia actuales, sus problemas y conflictos como efectos y consecuencias de la experiencia abusiva sufrida en su infancia.
  7. Identificar las secuelas de los abusos en su comportamiento sexual y propiciar los cambios necesarios para vivir una sexualidad sana y placentera.
  8. Aprender a desarrollar la confianza, la autoafirmación y la autoestima perdidas en su infancia.
  9. Trabajar con el propio cuerpo para reencontrarlo, valorarlo y sensibilizarlo positivamente.
  10. Entender el comportamiento de sus madres, que en la mayoría de los caso son otras víctimas del agresor y del sistema.