Por Toñy González

En más de una ocasión me han hecho esta pregunta y hoy quiero reflexionar con todas vosotras de nuevo sobre ello.

Sé y siento que mujeres y hombres queremos y, necesitamos relacionarnos para crecer juntos en todos los aspectos. Que deseamos y necesitamos enamorarnos, amar y ser amados y que, si esto nos ocurre, nos sentimos más seguras, más importantes… poco a poco aflora lo mejor de cada una, somos más sensibles en todos los aspectos, con mayor facilidad llegamos al compromiso con nuestro entorno allá donde estemos o donde así lo decidamos. Somos más receptivas a captar, observar, sentir y disfrutar de las pequeñas y bellas cosas que nos rodean pero, a estas alturas de mi vida, ya sé que esto también se puede alcanzar sin tener pareja.

En mis tiempos, el amor ocupaba una sola parcela -había que tener un hombre a nuestro lado y volcarlo todo ahí- de lo contrario…, yo nunca creí esta teoría taxativamente
pero, por supuesto me ocurrió.

Me enamoré del AMOR, -error garrafal-, lo peor que nos puede pasar. Hubo un tiempo maravilloso y luego no sólo no funcionó sino que, viví un largo período de sufrimiento. Descubrí por mi misma que los errores se pagan caros pero, también aprendí a distinguir que fracaso en la vida no es equivocarse sino, no luchar por salir de lo que nos impide estar bien.

Con muchas dificultades: (económicas, -una casa recién comprada que tengo que seguir pagando yo sola- cobrando el paro, con no menos miedos al devenir, etc.) decido quedarme un año sin trabajar para estar al lado de mis niños (10 y 6 años) en momentos tan delicados pero, plantándole cara a la vida y tratando de reconstruir día a día la nueva situación, más, con la fuerza que da tener dos hijos a quien amar, cuidar y ver cómo crecíamos en el cariño, el respeto, la comprensión, la comunicación, la sinceridad, el cumplimiento de nuestras tareas dentro y fuera de la casa, la responsabilidad de cada uno de nosotros por seguir mirando a la vida de frente. Cada vez nos sentíamos con más seguridad en este nuevo proyecto de vida.

El cariño de mi familia de origen y, las amigas y amigos juegan un importantísimo papel en este nuestro incipiente modelo de familia, nos demuestran que el amor sigue presente también en nuestra reciente andadura y ésto nos fortalece enormemente.

Con el tiempo, se van evidenciando aspectos personales que me hacen más segura, más serena, en muchos momentos experimento una paz que antes no conocía, me descubro más viva y con unas ganas enormes de seguir para adelante.

No dejo de ser consciente de que al no tener pareja, me pierdo infinidad de cosas que compartiendo en una buena relación son importantísimas, como por ejemplo: proyectar juntos, amar juntos, disfrutar juntos, divertirse juntos, luchar juntos, sufrir juntos… -ésto mejora siempre- pero, también voy descubriendo razones muy positivas para no tener pareja. Cobra una nueva dimensión
la libertad, la independencia, los espacios en la casa, la disponibilidad de los mismos, otro valor del tiempo, la misma responsabilidad que, en un principio, pueda parecer una gran carga en solitario, me devuelve una increíble fortaleza y seguridad.

En el transcurrir de los días voy aprendiendo a estar sola y, me voy sorprendiendo de lo cómoda que puedo llegar a sentirme conmigo misma.

Por las noches, cuando mis hijos ya estaban acostados, me ayudaba mucho revisar cómo nos habían ido las cosas a los tres ese día y, a la mañana siguiente, agradecía la nueva oportunidad que teníamos de continuar por el camino que, también en esta ocasión, yo había elegido. Por el contrario de como funcionaba antes, deseaba cada día tomarle el pulso a la nueva situación y vivir cada instante dándome cuenta de lo que iba sucediendo, eso era ahora nuestra nueva vida, ir pasito a pasito haciéndonos con el presente.

Con mayor nitidez descubro que la felicidad también se construye día a día sin tener a alguien permanentemente a tu lado y que, estar sola, no es sinónimo de sentirse sola.

Continúo con el vivo deseo de que no me falten proyectos, necesito sentir que sigo siendo fiel a mi misma, que mi mente está alerta para intentar mejorar como mujer, como persona. Con el anhelo de que el pensamiento crítico no me abandone, que el dolor ajeno nunca me deje insensible, que la alegría siga formando parte de mi vida, que el sentido del humor continúe acompañándome como hasta ahora, que no deje de creer en la familia, en el amor, en la amistad, en definitiva, en las personas y, que no pierda de vista la capacidad que todos tenemos para modificar aquello que no nos gusta que, no lo consideramos justo y que, sólo colectivamente se puede lograr.

Tengo un grupo de amigos y amigas que es importantísimo en mi vida, no concibo mi existencia sin ellos. Son parejas entre si pero, si tuviera que hablar de una sola característica del mismo diría que, al comportarse ellas y ellos como mujeres y hombres individualmente, consiguen que yo me sienta como una más y, ésto, ¡no sabéis lo gratificante que es para mi!. En este caminar mío de “non” también me he encontrado con algún que otro conocido que, “amablemente quería aliviar mi presunta soledad” que, en ocasiones no fue cómoda la situación que se creó pero que, como consecuencia, salía reforzada mi dignidad de mujer, se constataba una vez más que no me siento la mitad de nadie, vaya que, “me siento yo misma mismamente muy entera”. No sé de quien es esta frase pero, como me identifico plenamente con ella, hago uso hoy y aquí de la misma con la seguridad de que a su autora no le importaría. No necesito “ser la mujer de la vida de nadie, porque deseo seguir siendo la mujer de la mía”.

En una ocasión uno de mis hijos me dijo “mamá, tal y como estás ahora, si tuvieras novio, tu vida sería perfecta”, a lo yo le respondí, “cariño, para eso hay que desearlo y además NO CREO EN LA PERFECCIÓN”.

Toñy González