Por Soledad Muruaga, presidenta y cofundadora de Mujeres para la Salud

 

Los datos ofrecidos por la Organización Mundial para la Salud (OMS) y diversas organizaciones defensoras de los derechos humanos, indican que, tanto en nuestro país como en toda la Unión Europea, existen distintos tipos de prostitución, con características y problemáticas diversas:

Más del 90% proviene del tráfico sexual migratorio, controlado por las mafias del sexo, que mantienen a las mujeres en condiciones infrahumanas, y cada año incorpora unas 500.000 nuevas esclavas sexuales.

En el otro extremo, una minoría que no alcanza el 1%, pertenece a lo que se llama prostitución de lujo, con un alto nivel de vida y de posibilidades.

Sólo alrededor de un 5% afirma que ha elegido libremente esta actividad porque le gusta y lo considera un trabajo como otro cualquiera. El resto de las prostitutas, o sea el 95%, argumenta que lo hace por necesidad, porque no tiene otra salida para ganarse la vida y afirman que no les gusta ni lo quieren para sus hijas.

Sólo una minoría ejerce como autónoma, mientras que la inmensa mayoría está controlada por las mafias, empresarios y otros proxenetas.

Unas ejercen en la calle y otras en clubes y locales de alterne.

En los países en los que se ha legalizado la prostitución, la mayoría de las prostitutas no pueden o no quieren afiliarse a la Seguridad Social, bien por su condición de emigrantes ilegales o bien porque no desean pagar la cotización, quedándose, por tanto, en situaciones de mayor indefensión e ilegalidad frente al Estado y a las mafias.

 

Los efectos que produce la prostitución en la salud de las mujeres

Existe suficiente información de que la sexualidad que practicamos las personas no es una actividad simple, instintiva y puntual, consistente únicamente en un contacto corporal y un intercambio de fluidos. En toda relación sexual compartida, cada persona transmite lo más positivo o negativo de sí misma, según evalúe y valore a la otra, considerándola sujeto u objeto de su relación.

En aquellas relaciones sexuales, en las que alguna de las personas involucradas considera a la otra como objeto, le depositará lo más negativo de sí misma: sus miedos, sus complejos de inferioridad, sus traumas y sus angustias o su violencia, su odio y su misoginia, con lo que la otra persona se llega a sentir envilecida y empobrecida, corporal y anímicamente, con las consiguientes
repercusiones negativas en su salud mental.

Alguna de las mujeres en la terapia lo explican muy elocuentemente, diciendo que se sienten como “agujeros” cuando mantienen relaciones sexuales con sus parejas y añaden que después les queda una sensación de suciedad durante días. Una de ellas llegó a decir que se sentía como una “letrina” donde su marido depositaba todos sus excrementos y sus porquerías.

Si esto se percibe y se siente en relaciones estables y “legales”, imaginemos el tipo de energía que transmiten cada uno de los clientes que necesitan comprar los servicios de las prostitutas. ¿Cuántos de ellos las consideran como sujetos en sus relaciones sexuales? Difícilmente podemos encontrar clientes y proxenetas que transmitan respeto, cariño o admiración hacia una prostituta.

Podemos imaginar ¿Cuántos miedos, complejos de inferioridad, traumas, frustraciones, odios, violencia, perversiones y misoginia irán acumulando estas mujeres después de cada uno de sus servicios sexuales?

¿Y qué se sabe de las consecuencias psicológicas y emocionales que experimentan las mujeres prostituídas debidas a su actividad sexual?

Los efectos traumáticos que una mala sexualidad provoca en cualquier mujer, son especialmente graves y perjudiciales para la salud mental de aquellas que se dedican a la prostitución y, entre  otros, están relacionados con los siguientes factores:

  • Con el número de clientes que cada una haya tenido a lo largo de su vida:

Las que hayan necesitado venderse un mayor número de veces y hayan empezado muy jóvenes, están más expuestas a acumular una multitud de inmundicias, siendo más difícil expulsar tanta negatividad.

  • Con el grado de elección del tipo de servicios sexuales que ofrecen.

Son más vulnerables aquellas que no pueden negociar las condiciones del servicio, como el uso del preservativo o el rechazo de clientes zafios e indeseables y de peticiones violentas, desagradables
o sadomasoquistas.

  • Con la cantidad e intensidad de la violencia que tienen que soportar, por parte de los clientes o de sus empresarios y proxenetas.

En este sentido, la OMS de acuerdo con diversas investigaciones realizadas en EEUU, en Canadá y en varios países en desarrollo, concluye que aproximadamente el 70%, es decir, 2 de cada 3  mujeres que se dedican a la prostitución, tienen las mismas heridas emocionales que los veteranos de guerras o las víctimas de tortura. Padecen lo que se llama síndrome de estrés postraumático, con síntomas de flashbacks (recuerdos repetitivos y torturantes) sobre aspectos traumáticos de sus experiencias en la prostitución.

En cuanto a las depresiones que, como es sabido, afectan a nivel mundial, casi tres veces más a las mujeres que a los hombres, padeciéndola un 7% de la población femenina. Este porcentaje se multiplica por 10 en el colectivo de las mujeres prostituídas, llegando a ser un 70% las que sufren depresión.

Además, estas mujeres experimentan en proporciones mucho mayores que las que no ejercen la prostitución los siguientes problemas de salud: ansiedad, angustia, miedos y diferentes fobias, así como embarazos no deseados, lesiones vaginales y anales, y múltiples lesiones en los huesos.

Tienen muy pobre autoconcepto y una autoestima aún más baja que la que caracteriza al resto de las mujeres.

También son muy frecuentes los suicidios o los intentos de suicidio y tienen 40 veces mayor riesgo de ser asesinadas.

Las mujeres prostituídas están sometidas en mucha mayor medida a amenazas, maltratos, violaciones, abusos, tortura y múltiples humillaciones y degradaciones.

Melisssa Farley, psicóloga clínica durante más de 35 años y experta en el tratamiento de mujeres prostituídas, publicó en 2003 una colección de 16 artículos sobre el tema “Prostitución, Tráfico y Estres postraumático”, basándose en las investigaciones que ha realizado, junto a otros colegas en EEUU, África del Sur, Tailandia, Turquía y Zambia. En sus estudios concluyen que la violencia marca la vida de las personas prostituídas en estos países. En general el 81% dice haber sido amenazada en la prostitución, el 68% ha sido amenazada con un arma y el 73% agredida físicamente.

El 62% contestó haber sido violada desde su inicio en la prostitución y de éstas el 46% más de cinco veces.

El 54% dice haber sido golpeada en su infancia hasta ser herida. El 58% fue abusada sexualmente en su infancia con una media de cuatro abusadores.

El hecho de que estos abusos se cometan pagando y legalizando la prostitución, no curan los profundos daños físicos y psíquicos de sus cuerpos y sus mentes.

Actualmente hay dos formas paradigmáticas de abordar el problema de la prostitución:

En HOLANDA se ha optado por su legalización y por el contrario en SUECIA sólo se penaliza a los clientes y proxenetas, mientras que se apoya a las prostitutas, que son consideradas como víctimas.

En nuestro país, últimamente se está produciendo una gran presión para legalizar la prostitución, desde diversos sectores de gran influencia social, política y económica.

Provienen del mundo empresarial y las mafias del sexo, y también de algun@s ”progres liberales”.

Los primeros lanzan sus cantos de sirena a los gobiernos haciéndoles cuentas millonarias de los impuestos que recaudarían por esta actividad. ¿Por qué tendrán tanto interés en la legalización estos poderosos mafiosos?

Entre l@s progres, hay much@s que rechazan cualquier tipo de prohibición para solucionar los problemas, evocando las experiencias nefastas de las prohibiciones en nuestra reciente dictadura, sin tener en cuenta la diferencia de que cuando se trata de una violación de los derechos humanos, que produce tantos y tan graves efectos en la salud de las mujeres, hay que responder con TOLERANCIA 0.

En este discurso de empresarios y progres, se defiende la “libertad sexual” de clientes y prostitutas para negociar dar y recibir placer a través de la compra de un cuerpo, que, según su visión, la  mayoría de “las trabajadoras del sexo” eligen voluntariamente. También reclaman los beneficios de la Seguridad Social y del control sanitario para ese colectivo.

Sin embargo los resultados de la legalización de la prostitución en los países que la han adoptado no son los esperados, al contrario:

  • Los grandes beneficiados de la legalización son, una vez más, los poderosos: los empresarios, los proxenetas y los clientes.
  • Los controles sanitarios sólo se realizan unidireccionalmente, el cliente es intocable y digno de todo respeto, incluso muchos de ellos son considerados con un plus de poderío y estatus valorados en sociedad.
  • En esos países la prostitución ilegal y el tráfico de mujeres y niñas se han multiplicado por tres y no han avanzado en la lucha contra las mafias, por el contrario las han favorecido.
  • Tampoco se han producido las afiliaciones que se esperaban a la Seguridad Social, ni se han alcanzado las prometidas mejoras “laborales”.
  • Se ha expandido la industria del sexo, sin poder controlarla.
  • Ha aumentado la prostitución clandestina y callejera, produciendo en estas mujeres una mayor indefensión que antes de la legalización.
  • También ha aumentado significativamente la prostitución infantil.
  • Las mujeres prostituídas no han mejorado su salud mental y siguen sometidas a amenazas, maltratos, violaciones, abusos, tortura, embarazos no deseados, lesiones vaginales y anales,  lesiones en los huesos y múltiples humillaciones y degradaciones.
  • En esos países ha aumentado la demanda de la prostitución, ya que se está incentivando a los hombres a la compra sexual en un entorno más permisible y de mayor aceptabilidad social.

Ante estos desalentadores resultados, constatados en los países donde se ha legalizado la prostitución, nos preguntamos ¿Cómo es posible ahora, querer legalizar en el nuestro una actividad que provoca tan nefastas consecuencias?

¿Imaginamos lo que dirían los sindicatos de nuestro país, si la OMS denunciara que un determinado trabajo produce tal porcentaje de enfermedades físicas y mentales y tantos sufrimientos como los que hemos ido describiendo en este artículo? ¿Existe alguna actividad laboral en la que se permita a los jefes y patronos un abuso de poder semejante al que ejercen en la prostitución legalizada los proxenetas y clientes?

Otra forma opuesta de enfocar la prostitución, es la adoptada en SUECIA, acorde con la OMS y con las principales organizaciones internacionales defensoras de los derechos humanos, que  considera que nos encontramos ante un fenómeno de esclavitud sexual, que se trata de una de las peores formas de violencia de género, donde se vulneran los derechos humanos de miles de  mujeres y, así como los de miles de niñas y niños.

En el artículo siguiente, ofrecemos la interesante información que ha elaborado Marie De Santís sobre dicha alternativa a la prostitución.

Desde la Asociación de Mujeres Para la Salud apoyamos este novedoso y valiente enfoque, en defensa de los derechos humanos y de la salud integral de todas las mujeres prostituidas, y para alcanzar estos objetivos colaboramos en la campaña que promueve en nuestro país “Plataforma Estatal de Mujeres por la abolición de la prostitución».