Por Soledad Muruaga

El concepto de VIOLENCIA SEXUAL es cambiante según la perspectiva desde la que se analice: jurídica, psicológica, tipo de sociedad y creencias culturales.

Hace unos años, el estudio de las agresiones sexuales se centraba en el delito y en los violadores, pero actualmente se centra en los efectos y en las víctimas.

La conceptualización más común considera la violencia sexual hacia las mujeres como un acto de poder, agresión y degradación, además del componente sexual por parte del hombre hacia la mujer.

Todos los estudios concluyen que entre todos los tipos de malos tratos, las agresiones sexuales producen el mayor impacto psicológico en la vida de las mujeres y las repercusiones más negativas en su salud mental.

La violencia sexual de género adopta múltiples expresiones que transgreden los derechos humanos de las mujeres, aunque muchas formas de esta violencia son aún difíciles de identificar en nuestra cotidianidad.

Entre las recientes definiciones sobre violencia sexual que nos aportan diversas organizaciones internacionales defensoras de los derechos humanos, hemos elegido dos de ellas que pueden ayudar a evidenciar sus diversas manifestaciones.

La definición del Centro Para el Control y Prevención de Enfermedades de E.E.U.U. (CDC 2004):

“Violencia Sexual es un acto sexual completado o intentado en contra de la voluntad de una víctima o cuando una víctima es incapaz de consentir debido a su edad, enfermedad, incapacidad o la influencia del alcohol u otra droga. Puede envolver fuerza física o amenaza de la misma, uso de armas, coacción, intimidacióno presión.
Incluye : tocar los genitales intencionalmente, el ano, la ingle o los senos en contra de la voluntad de la víctima o cuando la víctima está incapacitada para consentir. También voyerismo, exposición al exhibicionismo o exposición no deseada a la pornografía. Puede ser cometida por extraños, amigos, miembro de la familia o pareja íntima.”

La definición del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA,2004):

«La violación es la forma más mencionada de violencia sexual, en muchas sociedades es definida como el contacto sexual con otra persona sin su consentimiento. La violación es la cometida cuando la resistencia de la víctima es dominada por la fuerza o el miedo o cualquier otra forma de coerción».

Sin embargo, el término “violencia sexual basada en el género”, encierra una amplia variedad de abusos que incluyen: amenazas sexuales, explotación, humillación, asaltos, violencia doméstica, incesto, prostitución involuntaria, tortura, inserción de objetos en orificios genitales y tentativa de violación.

La mutilación genital femenina y otras prácticas tradicionales dañinas (incluyendo el matrimonio temprano, que aumenta sustancialmente la morbilidad materna) son formas de violencia sexual basada en género contra las mujeres que no se pueden pasar por alto ni justificar sobre la base de la tradición, la cultura o el conformismo social.

Está comprobado que dos de cada tres mujeres en el mundo han sufrido alguno de estos tipos de violencia sexual y dos de cada tres de las víctimas sufren un Trastorno de Estrés Postraumático (T.E.P.)

El aumento de los estudios e investigaciones relacionados con las víctimas de agresiones sexuales nos ha permitido conocer más profundamente las consecuencias de este delito. Se concluye que la violación es un acontecimiento que cumple los criterios de diagnóstico
del DSM-IV (APA,1994) para el Trastorno de Estrés Postraumático:

Las víctimas de agresiones sexuales tienen mayor riesgo de desarrollar el T.E.P. que cualquier otro tipo de víctimas, como son: los ex combatientes de guerra, los supervivientes de campos de concentración, de accidentes, de desastres naturales, etc.

Los criterios por los que se considera que las agresiones sexuales cumplen las condiciones de producir el T.E.P. son las siguientes:

La violación se percibe por la mayoría de las mujeres, como un suceso que amenaza seriamente su vida. Las víctimas tienen una sensación de horror y de indefensión, temen morir o sufrir heridas graves y, experimentan niveles muy altos de miedo y ansiedad.
Los síntomas más frecuentes son: susto, preocupación, terror, confusión, indefensión, rabia, vergüenza y humillación. Además tienen síntomas psicofisiológicos como: temblores, taquicardia, dolor, tensión muscular, respiración jadeante y paralización.

El acontecimiento traumático de la violación se reexperimenta persistentemente por lo menos en una de las formas siguientes:

1. Recuerdos desagradables, recurrentes e invasores de la agresión sexual, que incluyen imágenes, pensamientos o percepciones.

2. Sueños desagradables y recurrentes sobre la experiencia.

3. Conductas o sentimientos que aparecen como si el suceso estuviera ocurriendo de nuevo.

4. Malestar psicológico intenso cuando la víctima se expone a estímulos internos o externos que simbolizan o recuerdan algún aspecto de la agresión sexual.

5. Reactividad fisiológica cuando la víctima se expone a estímulos internos o externos que simbolizan o recuerdan algún aspecto de la
agresión sexual.

Se produce una evitación persistente de los estímulos asociados con el trauma y una falta de capacidad general de respuesta (no existente antes del trauma), que se pone de manifiesto en, al menos tres de los
siguientes fenómenos:

1. Esfuerzos para evitar pensamientos, sentimientos o conversaciones asociados con la agresión sexual.

2. Esfuerzos para evitar actividades, lugares o personas que provocan el recuerdo de la agresión.

3. Incapacidad para recordar algunos aspectos importantes del trauma (amnesia psicógena).

4. Disminución del interés o de la participación en actividades cotidianas.

5. Sensación de distanciamiento o extrañeza respecto a los demás.

6. Limitación de la capacidad afectiva (por ejemplo, incapacidad de enamorarse).

7. Sensación de falta de futuro (por ejemplo, no confía en realizar una carrera, tener una pareja, tener una larga vida…)

Se da una restricción de su vida social, sentimientos de extrañeza y aislamiento de los demás, disminución de la satisfacción sexual y menor participación en la actividad sexual.

Se producen síntomas persistentes de hiperactivación (no existentes antes del trauma), que se pone de manifiesto en, al menos, dos de los siguientes fenómenos:

1. Dificultad para conciliar o mantener el sueño.

2. Irritabilidad o explosiones de ira.

3. Dificultad de concentración.

4. Hipervigilancia.

5. Respuesta de alarma exagerada.

La duración de estos síntomas es por lo menos de un mes. La mayor parte de las víctimas de violación afirman que les provoca una sensación generalizada de malestar y conductas desorganizadas tanto en los tres primeros meses (víctimas recientes) como en periodos superiores a los tres meses (víctimas no recientes). Aunque la mayoría de las víctimas de la violencia sexual de género (el 70%) padece un Trastorno de Estrés Postraumático, el resto de las víctimas también suele sufrir numerosos problemas psicológicos, entre los que destacan: depresión, ansiedad, fobias, todo tipo de problemas sexuales y múltiples enfermedades ginecológicas.

En nuestro trabajo terapéutico en “ENTRE NOSOTRAS” constatamos que, la mayoría de las mujeres que atendemos, han experimentado algún tipo de violencia sexual y en los siguientes informes abordaremos algunas de estas violencias normalizadas e invisibilizadas que aguantan numerosas mujeres de nuestro país, por parte de sus parejas o maridos; la que soportan las mujeres jóvenes para dar la talla de la modernidad; la secreta que sufrieron multitud de ellas en su niñez, generalmente perpetrada por los varones de su familia. También trataremos el escabroso y complicado tema de la prostitución y sus graves secuelas físicas y psicológicas en las mujeres prostituídas.