Por Marisa Rubio Pedrero

 

La crítica implacable a la que está sometida la mujer físicamente es latente en cada sector de su vida: en el laboral, en el social, en sus relaciones personales, etc. Todo el mundo se cree con derecho a enjuiciar tu físico, porque has de ser como se espera que seas. ¿Y cómo se espera que seas? Físicamente perfecta. ¿Por qué? Porque has de resultar atractiva y bella; socialmente tienes que tener buena imagen; has de gustar. ¿A quién?A ellos: los hombres que ostentan el poder hasta en este campo. Imponiendo la imagen que la mujer ha de tener para que resulte atractiva para que el género masculino te dé su aprobación.

Como has de ser un bonito objeto de decoración concebido al antojo masculino, se mina cualquier autoestima. Tú nunca podrás estar a la altura de sus exigencias. Tú no puedes ser el cuerpo que eres y amarlo, si no tiene el canon requerido por la sociedad machista con la que has de cumplir como “mujer, objeto de deseo”.No tienes autoestima, no te gustas nunca porque nunca eres como se espera: físicamente perfecta para ellos. No eres la mujer 10.

Pero esta crítica no acaba en tu propio malestar con tu cuerpo se extiende al resto de tu genero. Y comparas tu físico al de otras mujeres. Sólo a las mujeres. Esta crítica a lo mejor podría hacer que ya que tú no te gustas (aunque, no te gustas por propia iniciativa, sino porque no eres esa mujer objeto bonito que se solicita socialmente) te ayuda a sentirte mejor el cebarte con las otras mujeres que se alejan todavía más de ese “aspecto” requerido para gustar socialmente. Con lo cual las otras mujeres son: “Muy gordas”, “Muy bajas”, “Muy feas”, “Demasiado delgada” y una extensa e inacabable lista de defectos físicos.

Claro que también puede ser que la mujer a la que hacemos referencia con nuestros comentarios esté mucho más cerca del requerimiento social que yo misma. Entonces no hay problema, porque si no puedo recurrir a la lista de defectos físicos, siempre me queda la lista de defectos morales, porque “Es muy guapa, pero seguro que es tonta” o “una puta” o cualquier otra cosa que la degrade a ser peor que yo misma. Y así seguimos anulándonos a nosotras mismas y al resto de nuestro genero, para ser lo que ellos esperan que seamos: o “su bonita posición” o unas autenticas arpías.

Yo amo mi cuerpo, porque yo soy mi cuerpo. Pero este amor a mi cuerpo, no ha surgido por generación espontánea, ni es algo innato a mi persona. No, la fuerte presión social también me ha marcado, como a todas. El amor a mi cuerpo surgió con el respeto a mi persona, con lo cuál, es algo recién aprendido.

Y me gusta mi cuerpo porque funciona como yo necesito que lo haga. Y porque he aprendido a respetar sus límites, a conocerlos y a reconocer sus limitaciones, para no exigirle algo que no  depende de él. Y me siento bien en mi piel y con mi condición femenina, porque me gusto. Y quizás, sea el único aspecto de mi persona en el que he ganado una pequeña batalla al no necesitar la aprobación de los demás, pero ésto socialmente está muy mal visto: una no se puede gustar a sí misma. Tienes que gustar a los demás (que siguen siendo ellos y sus necesidades).

Y si busco un trabajo tengo que tener “buen aspecto”, “mejor imagen” y “un vestuario adecuado al gusto masculino”, que es el que sigue imponiendo: qué es lo femenino y qué no lo es. Y la mujer no se puede declarar independiente a esa demanda.

Y si no me pinto, es que no soy femenina, porque no tengo esa necesidad de tapar en mi rostro los rasgos que no me gustan, no necesito corregir mi naturaleza. Lo cual es inadmisible. ¿Cómo me puedo gustar tal y como soy de una forma natural y sin ornamentos? Pero claro que me puedo pintar tranquilamente, si me apetece hacerlo, sólo porque me apetece, no porque vaya a gustar, o a sentirme más “guapa” si corrijo mi rostro.

Y he de soportar la crítica constante de mi aspecto físico: ahora “extremadamente delgada”, y cuando no fue así “gorda”, con “mala cara”, con “ojeras”, o cualquier otra cosa, pero esta crítica siempre viene hecha por mujeres, lo cual es bastante triste por lo que he comentado anteriormente. Cómo olvidar el complejo de fea que tuve en mi adolescencia, y todo animado por los  comentarios de las que entonces se hacían llamar mis amigas. Comentarios del tipo “Eres más fea que pegar a un padre con un calcetín sudado”, etc.

Y cuando no son las mujeres, es tu pareja la que se siente obligada a hablarte de tu imperfección, de esta manera te anula y doblega. En el caso del que fue mi compañero, él esgrimía: “que estaba demasiado delgada” para justificar su rechazo a mi cuerpo a la hora de su inactividad sexual (obviamente conmigo). Pero yo sé que mi cuerpo no era el problema, nunca lo ha sido. Mi cuerpo es mi propia persona física y funciona bien y soy yo. Ni más ni menos. El rechazo a mi cuerpo es el rechazo a mi persona.

Pero, no obstante; aunque, me guste mi cuerpo, la valoración sobre mí misma sigue las  pautas de la falta de autoestima. Aspectos que tengo que trabajar día a día: mi “negación” de los apetitos sexuales y emocionales, unido al “esfuerzo” que me suponía el alimentarme, sin olvidar mi “necesidad de agradar o complacer” a todo el mundo indiscriminadamente.

 

Por Marisa Rubio Pedrero