Por Ana

Desde que un día percibí que el jardín tenía flores, ramas y arbustos, había estado en mí la intención de que, la semilla plantada en mi interior, diera su rosa. El bulbo esperaba sereno, sosegado por la seguridad de su riego. Recibía agua pura y fresca, cada semana. Cada miércoles, mi jardinera, acompañada de sabias discípulas, depositaba gotas de un agua vitaminada, que hacía que mis raíces se fortalecieran.

Allí esparcían el rico brebaje con sus dosis de vitamina A, que me hacía crecer desde las profundidades y desarrollaba mis aderezos de mujer: mi cabello empezó a lucir espléndido.

Me llenaron de vitamina C también, que hizo que mi visión fuera mucho más acertada sobre muchos objetos y sujetos Y eliminaron incontables sustancias tóxicas de mi vida.

La que más aprecié fue la vitamina E: Cicatrizante.

Algunos días me preguntaba cuándo vería resurgir algún pétalo. Esos pétalos de libertad, que se abrieran al mundo gritando quiero y puedo.

Y un buen día, sin que llegaran las lluvias de Abril, sin apenas darme cuenta….y ante una avalancha de tempestades que vinieron a mi vida, sin esperarlas…

¡Se abrieron! Brotaron, germinaron por todo mí ser. Y mis palabras salían decididas y aunque temblaba, resolvía y no dejé que nadie pisara ni mis raíces…

¡Fui capaz! ¡Quise y pude!

Me defendí con espinas.

¡Y pedí! ¡Y me dieron! Mucho más de lo que pensé que me darían.
No todos los pétalos se abrieron, es verdad, pero también se por qué.

¡Está siendo mi primera floración! Vendrán otras y abrazaré el propósito de no perder ni una sola hoja.

Me he acordado del jarrón. Ya tengo su primera rosa. La llevo en el lugar dónde salen las alas……