Una de las características de la metodología de intervención es nuestra labor de observación constante de la realidad social y el análisis del impacto de los cambios sociales en las mujeres. Esta labor de analistas de la sociedad nos ha llevado a detectar un nuevo grupo de mujeres, cada vez más emergente junto a los nuevos grupos familiares que ellas protagonizan. Nos referimos a un grupo de mujeres muy heterogéneo, que comparte diversas características demográficas: son mayores de 40 años, heterosexuales, independientes económicamente y no tienen pareja estable, algunas tienen hijos/as.

A continuación, vamos a describir los cambios producidos durante la democracia en España y sus efectos en estas mujeres:
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 La incorporación masiva al mercado laboral, ha generado nuevos perfiles de mujeres profesionales, a menudo altamente cualificadas e independientes económicamente, lo que genera la postergación de la creación de la propia familia. Incluso en algunos casos, estas mujeres deciden no crearla y vivir solas.
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 El aumento de las separaciones o divorcios generan nuevas formas de familia. Es una realidad española que cada vez son más ellas las que solicitan el divorcio y que cada vez hay más familias monomarentales encabezadas por mujeres. A menudo con grandes cargas. Esta realidad denota que las mujeres ya no están dispuestas a convivir con compañeros que nos las compensen y están más dispuestas a la autonomía. La independencia económica como eje clave de estos cambios en la idea de familia.

 También el mayor nivel de formación de las mujeres junto con el mayor nivel de información hace que cada vez sean más las mujeres que abandonan situaciones que antes soportaban, en concreto, situaciones de discriminación y de violencia.

 Estas “nuevas” mujeres sin pareja se encuentran viviendo solas y, en muchas ocasiones, por primera vez en su vida. Lo que les lleva a tener que construir nuevas redes sociales y desarrollar nuevas habilidades, especialmente si tienen hijas/os.
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 Incluso algunas mujeres satisfacen su deseo de maternidad, ellas solas sin tener pareja, a través de la adopción o de la inseminación artificial.
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 Algunas mujeres empiezan a tener un espacio personal propio, no hay nada más que ver la oferta de empresas de ocio dirigidas a mujeres solas (gimnasios, tiendas eróticas, agencias de viajes…).

Las últimas leyes (“Ley de Igualdad” y “Ley Integral de Violencia de Género”) ponen de manifiesto la necesidad de conciliar la vida laboral y personal, la paridad política, la existencia de discriminación laboral, y la violencia de género como un delito social, etc. permiten que las mujeres tengan un marco jurídico en el que denunciar las desigualdades y más posibilidad de empoderarse como grupo.

Comienza a ser frecuente que las mujeres de hoy puedan elegir su estado civil, que no dependan económicamente de un hombre, que comience a no ser tan insólito el no querer ser madre, que vivan solas y de forma autónoma, que tengan un compromiso político o sindical y un ocio propio, etc.

A continuación se describe como afecta, en la actualidad, la presión de género y/o el sincretismo a las mujeres heterosexuales en torno a los 40 años sin pareja estable o, lo que es lo mismo, cómo expresan estas mujeres sus malestares:

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 Las mujeres separadas o que no se han casado y no tienen pareja estable, a partir de la edad en la que se empieza a poner en riesgo la posibilidad de ejercer la maternidad (el reloj biológico se agota), se ven sometidas no sólo a una presión social por parte de su entorno, que de alguna manera las cataloga de mujeres menos válidas o con alguna tara, sino que además se ven sometidas a su propia autocrítica. Recordemos que desde niñas aprendemos que una mujer se completa teniendo un hombre a su lado y siendo madre.
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 Al mismo tiempo reciben cierta valoración social por ser mujeres que viven independientes. Están centradas en su trabajo, y no tiene que “pelear” por cuestiones como el reparto de tareas domésticas o la conciliación de la vida laboral y familiar. Mensajes claramente incoherentes e incompatibles, ser independiente y tener que emparejarse, se les castiga por satisfacer necesidades personales y no centrarse en las de las/os otras/os y a la vez han de ser activas sexualmente, o asertivas en el ámbito laboral, etc.
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 Estas mujeres son solteras o sin pareja estable a la edad en la que sus progenitores empiezan a ser ancianos. Se están encargando de la responsabilidad de su cuidado y también de las cuestiones administrativas que generan. Socialmente se sobreentiende que ellas están más “disponibles” o que al no tener “grandes obligaciones”, y se espera de ellas que lleven el mayor peso de este cuidado. Es algo que no se discute, se da por supuesto, si no puede desempeñar el rol de cuidadora con la propia familia, se hará con la familia de origen.
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 Las mujeres se han incorporado masivamente al mercado laboral, pero la realidad es que ocupan puestos de menor responsabilidad y menor remuneración que los hombres. Lo que influye en su poder adquisitivo y su calidad de vida, especialmente en aquellas mujeres separadas que no comparten gastos ni responsabilidades en la crianza de sus hijas/os con sus ex-parejas.

 Existe uns búsqueda constante de una relación de pareja estable, lo que hace que no se centren ni en sus necesidades ni en desarrollar el resto de los espacios de su vida. Tienen pseudorelaciones sucesivas, como un mal menor, frente al hecho de estar solas. Viven esperando que aparezca el hombre perfecto. Después de diversas experiencias fallidas, no encajan con las relaciones que la sociedad les propone, y viven resignadas. Al no tener pareja hacen que la cotidianidad, el día a día, sea percibido sin sentido. Y este sin sentido se manifiesta con un ocio poco gratificante, un tejido social escaso y de poca calidad, autocrítica constante, y miedo desorbitado a la soledad. Soledad entendida tanto por la falta de compañía en un momento determinado, como por no tener pareja. No podemos olvidar que las mujeres interiorizamos soledad como desolación, fracaso.

Esta mezcla de valores tradicionales y modernos, hace que tener autoestima y un proyecto propio sea una tarea muy complicada. La falta de modelos saludables de comportamiento y la imposibilidad de ejercer estos mandatos contradictorios, hace que cada mujer interiorice su experiencia diaria como fallida. Siente insatisfacción vital, depresión de género, a través de una autocrítica constante y una alternancia entre síntomas de ansiedad y depresión.