Fruto de nuestra innovadora trayectoria terapéutica, en 2007 abrimos una línea de investigación con el objetivo último de ir describiendo, documentalmente y con el peso de los datos estadísticos, que existen ciertas patologías asociadas a la salud mental de las mujeres y que en AMS hemos denominado Trastornos Psicosociales por Razón de Género. Estos trastornos, coinciden con la sintomatología de un depresión, pero sus causas no hacen referencia a un tipo de depresión, entendida como una enfermedad mental ni biológica, sino a un conjunto de sufrimientos y malestares físicos y psicológicos que experimentan las mujeres por su condición de género, y su situación de subordinación generalizada en todos los ámbitos, así como por la violencia de género que sufren por parte de los hombres. La hemos denominado Depresión de Género.

Al tener causas sociales, que están en constante cambio-evolución, podemos definir distintas tipos de depresión de género según la combinación de los siguientes factores en las mujeres: la edad biológica; la generación de pertenencia; el momento vital en el que se encuentran; la presión de género que han recibido a lo largo de su vida y, en el momento concreto en el que se encuentran; el sincretismo o nivel de conflicto interno, que todas las mujeres tenemos, entre una concepción tradicional y al mismo tiempo moderna de ser mujer,…

Así podemos diferenciar, cuatro tipos de depresión de género:

– Depresión de Género en Mujeres jóvenes
– Depresión de Género en Mujeres de mediana edad
– Depresión de Género en Mujeres mayores
– Depresión de Género en Mujeres maduras sin pareja

Por otro lado, si a la sintomatología y características sociales propias de cada depresión de género, unimos el conjunto de síntomas que presenta una mujer cuando vive un suceso o sucesos traumáticos de género (violencias) o graves conflictos vitales a lo largo de su vida, definiríamos lo que hemos denominado Síndromes de Género como son:
– El Síndrome de violencia por pareja afectiva
– El Síndrome de abusos sexuales en la infancia
– El Síndrome de la ruptura de la pareja afectiva

La primera parte de nuestra investigación estuvo orientada a estudiar si existían peculiaridades en el perfil sociodemográfico de las mujeres que eran atendidas en nuestro espacio de salud que explicasen otras causas de los malestares que sufren las mujeres.

Los resultados de aquella primera investigación confirmaron las hipótesis planteadas “El perfil sociodemográfico de las mujeres que sufren los trastornos por género es tan variado, que no se puede asociar a situaciones de riesgo o exclusión social, y la única variable explicativa que coincide en todos ellos, es ser mujer”; por lo se concluía que “estos trastornos son patologías específicas que sufren las mujeres por razón de su género” y como tal “sólo pueden trabajarse terapéuticamente con éxito desde una perspectiva de género”.

Por otro lado, se concretó el siguiente Cuadro de Salud asociado a estos trastornos:
­- Una autoestima por debajo de lo que se considera un nivel de autoestima saludable.
­- Altos niveles de ansiedad con una marcada sintomatología: tensión, estrés, desasosiego, nerviosismo, temor o miedo, crisis inesperadas de angustia, dificultades de concentración, etc.
­- Altos niveles de depresión aunque sin llegar a ser grave, con una sintomatología característica: tristeza y desánimo, dificultades para tomar decisiones, trastornos del sueño, rencor, rabia, autocrítica y culpa, etc.
­- Trastornos musculares y, concretamente: dolores generalizados, cansancio y trastornos del sueño.
­- Trastornos del sistema endocrino, siendo habituales, aunque no tan generalizables como los musculares y donde destacan los malestares de estómago y circulatorios.

La segunda parte de nuestra investigación ha pretendido conocer cómo se construye la identidad de género femenino en la etapa educativa (infancia/adolescencia), es decir que características tienen las familias de origen de las mujeres que atendemos en Entre Nosotras.

Antes de describir pormenorizadamente las características dentro del ámbito familiar quisiéramos recordar distintos aspectos que van a conformar nuestro marco teórico, necesario para comprender los aspectos estudiados.

La identidad de género en los seres humanos es una de las áreas más significativas y potentes que conforman, mediatizan y condicionan el desarrollo de la personalidad individual y social en cada una/o de nosotras/os. Podríamos simbolizar el género con uno de los andamios básicos, imprescindibles, sobre el que se va construyendo del ser humano. El espacio por excelencia para la construcción de estos andamiajes y, uno de los principales agentes socializadores, es la familia de origen. Según la teoría del aprendizaje humano, tanto lo que se aprende en estas primeras etapas educativas, como la fuerza de los vínculos afectivos que se generan cuando somos seres totalmente dependientes, así como las formas más significativas del aprender en los humanos (imitación y refuerzo/castigo) conformarán y condicionarán las bases del futuro desarrollo de la persona.

Por el contexto histórico y las características de la sociedad española, partimos de la idea de que la mayoría de las mujeres han tenido un modelo de familia patriarcal sexista, y lo consideramos como la norma, con un aprendizaje de roles diferenciados del padre y la madre, de dominación del hombre y sumisión en la mujer, además de un modelo de relaciones de pareja de los progenitores generalizado de inclusión .



 Modelo de Inclusión: basado en la diferenciación y desigualdad de roles, y en él se asientan las relaciones de poder asimétricas. En este modelo la persona incluida está centrada en las necesidades de la familia y la pareja, y no tiene espacio de crecimiento externo. Las mujeres aprendemos a colocarnos en el rol de sometimiento, se auto-anula la persona individual. A partir de este patrón social, pretendemos averiguar el grado de sexismo interiorizado y el grado de acuerdo con este modelo en las mujeres que asisten a este espacio de salud.

 Modelo de Fusión: es el modelo idealizado que se propone socialmente como relación de pareja durante el enamoramiento, “los dos somos uno” o “la media naranja”: los mismos gustos, los mismos deseos, los mismos ritmos corporales, las mismas amistades, etc. Las personas que buscan el establecimiento de este tipo de vínculo como forma de vida tienden a cambiar con frecuencia de parejas, en una búsqueda infructuosa de ese modelo de perfección, y están continuamente insatisfechas porque el modelo no se cumple.

 Modelo de interdependencia: este modelo implica teóricamente dos supuestos: uno es, que existe espacio personal no compartido para cada miembro de la pareja y, otro es, qué existe un espacio común compartido. Frente a la relación más tradicional, este modelo plantea una relación igualitaria. Existe un deseo de relaciones horizontales, de igual a igual.

En segundo lugar, el gran intervalo de edad, entre 18 a 65 años, con el que trabajamos en el Espacio de Salud Entre Nosotras, proporciona una situación privilegiada para observar la evolución de los distintos modelos de mujer que coexisten en nuestra sociedad en estos momentos, diferenciados por el número de espacios de autonomía que van incorporando en su desarrollo personal, así como la incorporación de estos cambios sociales en los nuevos modelos de familia actuales. Tampoco podemos olvidar que nuestra población tiene un carácter intergeneracional porque tenemos representadas a las hijas (mujeres jóvenes), a las “posibles” madres de estas mujeres (mujeres de mediana edad), y las abuelas, que a su vez fueron madres de estas últimas, (mujeres mayores).

Respecto a la familia, la premisa es que existe una socialización de género que condiciona la construcción de la identidad de las mujeres y donde el modelo familiar en el que se han criado y han sido educadas determina las consecuencias del proceso de socialización sexista al que han sido expuestas, y que influye en su vida de mujer en la etapa adulta.

Como sabemos, la educación de género en el ámbito de la familia es muy diferente, si hablamos de un niño o de una niña. Aspectos como la educación de los afectos y/o la educación de los cuidados, el reparto de tareas y la asunción de roles (mayor comprensión y sumisión en las niñas/más resolución y agresividad en los niños) son, incluso a veces opuestos dentro de este ámbito para uno u otro sexo. La temprana vivencia de estas diferencias genera también distintas consecuencias.

La relación de las niñas con sus propias madres es otra cuestión particular de género. Para el patriarcado, las madres son las únicas responsables de solucionar el malestar o los conflictos dentro de las familias, es normal que la niña aprenda a culpabilizar a su madre y la exija soluciones fuera de su alcance. Incluso en caso de abusos o maltratos infantiles por parte del padre, el conflicto que se genera con la madre es mucho mayor que con el propio agresor. Las mujeres aprenden de forma naturalizada a construir una relación de rivalidad e incomprensión hacia sus madres y, por extensión, hacia otras mujeres y hacia su género.

El estudio de las características de las familias de origen y el modelo educativo requiere de un recorrido por los aspectos educativos que son diferenciales para la construcción de un hombre y la construcción de una mujer y/o los componentes que definen el sexismo dentro del ámbito de la familia.

En primer lugar, se hace imprescindible conocer quiénes han sido las figuras de apego y el espacio de crianza más habitual, aunque entendíamos que en la mayoría de los casos son el padre y la madre biológicos dentro de un espacio de familia tradicional.

En segundo lugar, se considera que la relación padre/madre es una fuente de información muy valiosa. En concreto, el tipo de relación de pareja, tanto en la afectividad como en la conflictividad (grado y resolución); en la asunción de responsabilidades; en la división del trabajo; en la forma de ejercer y de transmitir la autoridad; si hubo no maltrato entre ellos, etc… Este modelo de relación hombre/mujer interiorizado en estas etapas puede llegar a convertirse en un modelo de referencia para las futuras relaciones afectivas de la mujer en la etapa adulta.

Al profundizar en la relación de pareja del padre y la madre, se hace necesario determinar los casos en los que existía violencia dentro del ámbito de la relación de pareja, y de quién a hacia quién. Los datos estadísticos de la sociedad española indican que la violencia en este ámbito se produce, en más de un 90% de los casos, del hombre hacía la mujer. Es decir se define al hombre como el maltratador y a la mujer como víctima de esta forma de violencia de género.

Además, si se constataba esta realidad social en nuestro centro, entendíamos que este tipo de violencia de género del padre hacia la madre podría provocar las siguientes consecuencias en las/os hijas/os:

 Las hijas y los hijos son también víctimas de esta forma de violencia de género.

 Las hijas e hijos interiorizan la relación violenta como forma de relación dentro de la pareja.

 Supone la socialización de género en un contexto de alta dominación-masculina y alta sumisión-femenina.

Cuando hay un reconocimiento objetivo de la existencia del maltrato del padre hacia la madre es interesante conocer el tipo del maltrato, su dinámica, los efectos en todos los miembros de la familia,… En este sentido, también es muy relevante conocer el nivel de implicación de la usuaria en los problemas de sus padres, porque puede indicarnos conductas adaptativas o no adaptativas en el afrontamiento al problema y en la asunción de responsabilidades prematuras.

Ser víctima directa del maltrato ejercido del padre hacia la madre siendo hija pero, sobre todo, cómo se interpreta e interioriza esta realidad, junto con el grado de sexismo (estar más o menos de acuerdo con el rol tradicional femenino, aceptar la dominación masculina/sumisión femenina, etc…) pueden ser indicadores de riesgo, que aumentarían la vulnerabilidad de la mujer para convertirse en una víctima de la violencia de pareja en su edad adulta.

La relación entre los padres conforma una amalgama de posibilidades educativas que hemos intentado categorizar en dos tipos de familia:

­- Familia estable: buen trato y afecto entre los padres, con un nivel de conflictividad media o baja entre ellos, no implicación de las/os hijas/os en los problemas de la pareja, coherencia educativa (normas claras y constantes), uso de la autoridad coherente, exigencia de responsabilidades acordes con la edad y las costumbres generacionales (aunque claramente sexistas).

­- Familia inestable: conflictividad alta entre los padres que puede acabar en maltrato del padre hacia la madre, poca o nula afectividad entre los padres, intentos de implicación de las/os hijas/os en los problemas de pareja, exigencia de responsabilidades prematuras en la organización y el cuidado familiar, incoherencia educativa (falta o incoherencia de normas), incoherencia en el uso de la autoridad (por exceso o por defecto), puede existir maltrato hacia las/os hijas/os.

Por otro lado, es fundamental en el proceso de socialización el modelo educativo recibido, característico de cada familia, y que se explica por:

­La estructura familiar. La existencia de hermanos y/o hermanas, el lugar que ocupaba la usuaria, así como la dinámica general de la familia y el grado de sexismo:
• El reparto de responsabilidades y tareas.
• La asunción de responsabilidades prematuras.
• Las relaciones diferenciales hacia los hijos/as. Celos entre hermanos/as.
• La formación extraescolar durante la etapa educativa, tipo de actividades fuera del colegio (formativas, culturales, deportivas, baile, de ocio,…).
• El nivel de autonomía permitido: salir con amigos/as, cómo, que control ejercían, dormir fuera de casa, ir a excursiones, campamentos, llevar amigos/as a casa,…
• La resolución de conflictos: la forma mayoritaria de afrontar los conflictos reforzada en la niña es la de evitar, apaciguar, acallar, no confrontar, pero no desde la asertividad de plantear sus derechos personales en juego, sino desde la sumisión hacia los deseos del otro.
• Y, sobre todo el grado de acuerdo o de desacuerdo de la niña/adolescente con dicha dinámica relacional.

­La valoración subjetiva de la madre y el padre (como figuras de apego). A través de la revisión de aspectos globales como el uso de la autoridad, los premios y castigos, el trato general recibido, la coherencia educativa, el sexismo, etc… y que debe conllevar una valoración específica sobre la afectividad recibida, tanto del padre como de la madre, las formas y expresiones del afecto, la diferencia de los afectos entre hijos e hijas…

Creemos que es muy importante conocer la valoración subjetiva de cada mujer sobre la afectividad recibida en la etapa infantil/juvenil porque llega a convertirse en un patrón aprendido que se expresa en las relaciones de la edad adulta, y porque a menudo condiciona el autoconcepto y la autoestima personal, además de la seguridad personal. Puede indicar el grado de dependencia/independencia afectiva, y también el sexismo interiorizado en la expresión y recepción de los afectos (de lo que se espera de las mujeres y de los hombres en referencia a los afectos).

Otro aspecto educativo directamente relacionado con la construcción de la identidad de género es la violencia familiar, de los padres hacia las/os hijas/os. Analizar este tipo de violencia es imprescindible. Existen multitud de datos científicos que alertan sobre los terribles efectos que provocan sobre el desarrollo psicológico humano, tanto en los niños como en las niñas. Pero además nosotras consideramos que hay efectos diferenciales muy relacionados con el género. En este sentido, conocer la dinámica del maltrato en cada caso concreto, determinar quién la ejercía y cómo, y que papel y posición ocupaban el resto de figuras en la familia frente al maltrato, nos puede explicar muchos de estos efectos diferenciales.

Dentro del ámbito familiar, no podemos olvidar los destructivos efectos sobre la salud psíquica que provoca los abusos sexuales infantiles del padre biológico (principal abusador) hacia su hija (descritos en el marco teórico 2007), o el deterioro del pronóstico cuando la niña es víctima de abusos sexuales por parte de alguien cercano y/o conocido de la familia y donde, ante la revelación de los hechos, los progenitores no creen a la niña y/o no resuelven adecuadamente esta terrible situación abusiva.

Para cualquier persona es necesario, en un momento de su vida, hacer repaso de su experiencia familiar. Como veíamos por las peculiaridades del ámbito familiar pueden generarse desde las vivencias más enriquecedoras a los traumas más discapacitantes para el desarrollo de un ser humano. Es un requisito de salud mental cerrar esa etapa de la vida adecuadamente, aunque tenga que postergarse a otras etapas de la vida adulta.

Otro indicador del nivel de salud psíquica de una persona es analizar la evolución de la relación con todos los miembros de la familia nuclear hasta la actualidad. Si siguen existiendo relaciones no saludables, en este ámbito, puede indicarnos diferentes objetivos terapéuticos a perseguir muchas veces relacionadas con la necesidad vital de cuidar impuesta en las mujeres.

Tendiendo en cuenta todos los aspectos relevantes anteriormente descritos y haciendo una valoración general sobre la infancia/adolescencia de cada mujer, dentro de nuestra metodología de análisis nos planteamos diferentes objetivos:

­En el ámbito de intervención terapéutica, detectar posibles efectos traumáticos, iniciados en estas etapas de la vida, y que requieren una atención concreta y específica; reestructurar ideas irracionales originadas en estas etapas sobre la familia o los progenitores; modificar relaciones no saludables mantenidas en la actualidad…

En el ámbito de la investigación, desarrollar una entrevista semi-estructurada que abarcara todos estos elementos que considerábamos constructores de la identidad de género femenino para comprobar la solidez de nuestro planteamiento a través del estudio estadístico de los datos.

En definitiva, el objetivo general de este estudio ha sido analizar el proceso de socialización en la infancia mediante el análisis de la familia de origen para sentar el marco de valores y creencias que interiorizaron en la infancia, y concluir posibles indicadores para explicar el proceso de socialización diferencial asociado a los malestares de género.

Para ello se ha analizado, la información de la entrevista terapéutica que las psicólogas administran a todas las usuarias la primera vez que acuden al centro. Esta entrevista recoge información sobre diferentes planos de la historia de vida de una mujer, en esta ocasión, se analiza la parte que hace referencia a la familia de origen de las mujeres.