En mi infancia me sentía más un aborto que ninguna otra cosa. Sentía que no era una niña deseada, que me tenían con ellos por pena. La culpa de haber nacido era exclusivamente mía.

La desolación, la desilusión y la tristeza me invadían, en un principio pensé y vi que no eran sentimientos que tuvieran los demás niños. Con el tiempo estos sentimientos se convirtieron en impotencia, en culpabilidad y en ira; todo ello, lo he arrastrado a lo largo de mi vida como un lastre imposible de quitarme. Pensé que el problema era mío, que la culpa era mía, que yo tenía algo horrible, que de una familia tan horrible no podría salir nada positivo y por tanto, yo no era nada bueno.

Ser tan fea, tan triste, tan horrible, tan poca cosa, tan malo todo lo que conllevaba mi persona, lo que hizo, es que yo pensase que existían personas mejores y personas peores y yo, estaba siempre, aunque lo intentase, en el lado malo.

Mi necesidad de sentir que no estaba sola en el mundo, que alguien me quería, que era importante para alguien, me ha perseguido el resto de mi vida, tenía que hacer lo posible para ocultar mis defectos y todo lo posible para hacer que me quisiesen y, esto, siempre tenía un precio.

Me hubiera gustado decirle a mi madre, “Mamá, necesito un abrazo, necesito sentir que no soy lo peor que te ha pasado en la vida, necesito que me mires a los ojos y en alguna ocasión me sonrías: que me trates como a una niña, yo no soy tu problema, yo no soy tu dolor, haz algo por las dos y sonríeme”.

A mi padre le diría que siento todo lo que le sucede, pero tiene y debe pedir ayuda, nosotros no tenemos la culpa, simplemente somos algo positivo en su vida y tendría que haberlo visto.

Conmigo hicieron mal muchas cosas, quizá en éste momento, o en general, yo sea demasiado exigente pero, en primer lugar, creo que un pequeño abandono afectivo me hizo creer que tenía que enfrentarme al mundo yo sola. Entiendo que es tan malo proteger en exceso a una persona como dejar a una niña pensar que jamás, haga lo que haga, va a recibir el apoyo de las personas que la quieren, tanto a nivel positivo (notas, trabajos bien hechos), como negativo, (enfrentamiento, etc. …).

Pienso que me faltó afecto y una mínima guía de conducta. Menos normas estrictas y tener menos miedo a mi padre.

No prestar ningún tipo de atención a mis necesidades ni a las de mis hermanos, hacía que me sintiera como una pequeña planta salvaje, más bien, un pequeño cactus. No tenía necesidades, crecía en mitad del desierto y te van saliendo púas para defenderte, pero no sabía ante qué tenía que defenderme, así que, tenía que estar preparada para lo peor, pensaba que si la gente que más me quería me trataba así, la gente que estaba en el mundo, me odiaría.

Pasado el tiempo y, en gran medida esta terapia en “Entre Nosotras”, me ha hecho ver que todo lo que sucedió en mi infancia, tenía una explicación. Todo esto me ha servido para pasar página, para seguir mi camino con menos carga y con una sensación de tranquilidad.

He entendido que todo lo que sucedió en sus vidas es el problema de que hayan actuado de cierta manera.

Su contexto hizo que mi vida fuese un ambiente poco propicio para criar a un hijo.

Todo lo que ellos vivieron, sufrieron y pasaron, hizo que sus carencias personales y su comportamiento hacia mí, fuera el que fue. Esto me servirá para entender mi vida mejor y responsabilizar en la medida necesaria a cada cual de su parte de responsabilidad y no cargar yo con todo el mal.

Todo esto, me ha hecho más libre y mucho más feliz, puesto que pensar que no me querían porque era un ser horrible me hacía tener miedo a muchas cosas. De esta forma siento que dejo que mi pasado descanse tranquilo. Puedo pensar en él sin odiarlo y viendo con claridad las circunstancias que hicieron que los acontecimientos se desarrollasen de aquella forma. Lo que siento es tranquilidad y alivio.

Me encantaría despedirme de ese momento de mi vida con una sonrisa, con un abrazo, con una mirada tierna, recordando que nada ni nadie es tan bueno ni tan malo, que nuestras circunstancias nos hacen ser como somos y que nuestra experiencia también se debe a todo ello. En definitiva, quiero sacar la parte positiva de todo y simplemente, no aferrarme a algo que me hizo como soy pero, que también puede mirarse de manera positiva.

Adiós a las culpas y malos pensamientos y, hola a que sé que no soy tan horrible y que es bueno tomar las riendas de mi vida y mirar al futuro.

En este momento, todo esto me ha servido para saber cual es mi lugar, quiero vivir mi vida, la familia es una parte pero, no condiciona para nada las decisiones que tenga que tomar en mi vida. Ellos tienen su lugar, y yo, tengo el mío.

En algunas ocasiones, puesto que, la relación que mantengo en este momento con mi madre, es de ir a verla cuando me apetece y, no me siento obligada para nada. Es cierto que, en ocasiones me siento culpable, imagino que tendré que controlar esa culpabilidad, para ello, seguiré como hasta el momento haciendo lo que me apetece y, pondré medidas para mitigar o acabar con el sentimiento de culpabilidad.