A lo largo de los años de trabajo en el Espacio de Salud Entre Nosotras hemos podido comprobar que hay un tipo de depresión que afecta únicamente a las mujeres y que sus raíces están centradas en los efectos que la socialización sexista, las desigualdades y la violencia de género producen sobre la salud y el bienestar de las mujeres. Dentro de la Psicoterapia de Equidad Feminista, hemos denominado a esta depresión como Depresión de Género, término con el que definimos la problemática que genera y los efectos que produce en las mujeres el hecho de vivir en una sociedad patriarcal.
La Depresión de Género no es una enfermedad mental ni biológica, sino un conjunto de sufrimientos y malestares físicos y psicológicos que experimentan las mujeres cuando padecen una crisis de identidad de género, por su forma de ser mujer. Estas depresiones pueden producirse por la acumulación de los efectos negativos en la salud de las microviolencias, por las contradicciones y frustraciones de practicar los múltiples roles y mandatos y/o por la vivencia de crisis vitales (ruptura de pareja, maternidades, …) o como consecuencia de algún hecho traumático (abusos sexuales en la infancia, violencia de pareja…).
Las depresiones de las mujeres y su relación con las etapas vitales
En cada etapa de la vida de las mujeres se dan situaciones decisivas en las que se pone en juego el cumplimiento de los roles y las expectativas sociales impuestas. Cuando las mujeres se cuestionan los mandatos, deciden postergarlos o no cumplirlos, les asaltan las dudas, las contradicciones, las frustraciones y, sobre todo las culpas. Este conflicto es, si no se está preparada para resolverlo, es origen de una Depresión de Género.
En la Psicoterapia de Equidad Feminista hemos definido cuatro situaciones vitales en la vida de una mujer que se corresponden con etapas generacionales más o menos concretas. Estas situaciones significativas son:
El momento iniciático del paso a la vida adulta
Mujeres con edades comprendidas entre los 18 y los 35 años que están iniciando o desarrollando su etapa de autonomía profesional y vital. Sus malestares están marcados por la dependencia e inseguridad emocional, único a un gran conflicto sincrético en todas las áreas relacionales (familia, relaciones diversas, pareja, sexualidad…).
La convivencia en pareja y el ejercicio de la maternidad
es una segunda etapa crucial en la vida de las mujeres. El malestar de las mujeres en esta etapa vital está relacionado con la sobrecarga de trabajo y la atención y el cuidado de los demás, el desequilibrio en el reparto de responsabilidades y el escaso espacio personal y autocuidados que se prestan.
En torno a los 55 años
se produce una tercera etapa crucial, marcada por el final del ejercicio del rol de madre, la independencia de las hijas y los hijos y la vuelta a la relación de pareja sin ellas/os. Sus malestares están caracterizados por una gran sensación de vacío unida a pobres relaciones de pareja, además de una fuerte presión para que sigan siendo las “eternas cuidadoras” de sus progenitores, nietos/as, hijos/as que no se van de casa o los separados o separadas que retornan.
Mujeres mayores de 40 años sin pareja ni hijas/os
Desde hace varios años hemos definido un cuarto momento, en el que entraría en cuestión lo que les sucede a mujeres maduras mayores de 40 años. A pesar de que ellas han desarrollado más áreas de autonomía personal que el resto de los grupos en el ámbito profesional, siguen sintiendo un gran malestar y una gran frustración personal por no cumplir con dos de los mandatos de género más potentes para las mujeres: tener pareja y formar una familia.
¿Cómo se manifiesta la Depresión de Género en las mujeres?
Los síntomas de este tipo de depresiones de las mujeres en muchos casos son similares a los de cualquier depresión situacional. En cuanto al aspecto psíquico se muestra tristeza, apatía, desmotivación, falta de concentración, irritabilidad, pesimismo, culpabilidad, ansiedad… Las manifestaciones somáticas o físicas son muy heterogéneas, tales como insomnio o exceso de sueño, problemas alimentarios por exceso o por defecto, disfunciones sexuales, dolores y otras molestias diversas.
Además de estos síntomas comunes a cualquier depresión, la socialización de género presenta sus propios sufrimientos y malestares característicos, como:
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